¿Puede la economía social constituirse como una auténtica alternativa al modelo económico y convertirse en una opción mayoritaria? Este es un debate candente dentro de la economía social y solidaria estatal en el que Tangente participa de manera activa. Mariano González Tejada, socio de la cooperativa Cyclos, lo tiene claro: “Hay que crecer, escalar y arriesgarse para poder extenderse a más personas, pero este proceso requiere de una gran profesionalización y, sobre todo, de una gran financiación”.
González Tejada hace esta reflexión a partir de su experiencia con la Ecomarca, un servicio que ofrece su entidad para la distribución de alimentos ecológicos de pequeños productores dirigido a grupos de consumo. El reto, para Cyclos, es lograr que esa iniciativa alimentaria deje de ser una alternativa para convertirse en la principal forma de consumo. Para ello, el proyecto busca la creación de nuevos grupos de consumo, facilitando la logística y beneficiando tanto a personas consumidoras como productoras, pero también busca llegar a otros espacios como restaurantes o comedores escolares.
Este crecimiento, admite el socio de Cyclos, no puede hacerse de cualquier manera, “sino atendiendo a los compromisos de sostenibilidad y cooperación de la economía social”. La escalabilidad (o crecimiento en escala) presenta numerosos retos que hay que tener en cuenta. Una reflexión de la que Tangente participó también en la sesión técnica “Cooperativismo en consumo para abrir nuevos sectores y generar nueva oferta; retos de escalabilidad de las innovaciones ciudadanas en consumo”, que tuvo lugar durante el I Congreso Internacional de Economía Social y Solidaria en noviembre en Zaragoza, y que fue dinamizada y coordinada por Álvaro Porro, miembro de la emprendeduría colectiva catalana Estarter.
En este debate aparece una clave compartida por todas las entidades, las consolidadas y las de reciente creación, sobre la necesidad de escalar: la identificación de una demanda social clara, amplia y creciente sobre servicios y productos de economía solidaria (ya sea en el ámbito alimentario, el bancario, energético, de vivienda, etc.). Una clave principal a la que se le sumaría otra, también con amplio consenso y defendida por Mariano González: “Si queremos que la economía solidaria sea una alternativa necesitamos proyectos de gran envergadura, que solo resultan viables a partir de un considerable crecimiento”. En la otra cara de la moneda, a la hora de escalar hay que tener en cuenta los numerosos retos para que éste sea un crecimiento sostenible y ético. Para Fiare Banca Ética, una entidad que ya tiene 5.300 socias, el mayor desafío es poder crecer manteniendo la proximidad con la base social, sin perder el posicionamiento ideológico claro y cuidando a las personas y a los recursos humanos de la propia entidad. Ehne Vizcaya, por su parte, con la experiencia de más de ocho años de producción y consumo dentro de la Red Nekasare, destaca la necesidad de gestionar bien los tiempos, ir despacio y hacer bien la formación de todas las personas socias. Así como el cuidado de coordinar los diferentes grupos y atender y superar las desigualdades de género que todavía perduran en nuestra sociedad y en nuestras estructuras.
La preocupación por la gestión de los equipos humanos, el cuidado de las personas, y el interés por una participación democrática resumen algunos de los grandes retos a los que Tangente y sus socias se enfrentan a la hora de crecer como entidades. A esto se añade el interés por cuidar los procesos, avanzar despacio respondiendo a demandas reales. Pero también, como recuerda el socio de Cyclos, “desde la economía social debemos creer en nuestras capacidades y apostar por seguir arriesgando para hacer más grandes nuestros proyectos. No por una necesidad de lucro sino para transformar el modelo económico actual y hacer de la economía solidaria una opción mayoritaria”.